Seguidores

jueves, 10 de noviembre de 2011

Sine die

Nada de los días ha cambiado.
El mismo espejo en incierta sombra,
Un verbo oscuro, y tú, al otro lado.
Hoy, te voy a ser sincero,
Porque en mi boca, todavía hierven
Las palabras que no supieron existir.
No hay un sí, ni un porqué,
Tan solo un pero.
Todo, podría haber sido tan diferente,
Allí, donde solo el pulso 
Del reloj conoce la verdad,
Que vendré a dar cuerda
A cada una de las encrucijadas,
A avivar en sus rincones
El fuego de la tierra mojada,
A poner en hora 
Los momentos perdidos,
Y romper, con tu mirada, el tiempo
De los días sin ti.
Deseo sobre deseo, encenderé, 
Los ojos de la noche,
Y con el calor a versos de poesía,
De primer amor, que me ofrecen tus labios,
Soñaré sobre el alma de tu seno infantil,
Para que esta vez, 
Sine die,
Nuestras cenizas eternas, 
Ardan sin fin.
Jose Manuel Lucas

jueves, 3 de noviembre de 2011

Sobre leones y emperadores.

Erase una vez tres hombres sabios que se autodenominaban hombres del pueblo, aunque ignoraban las auténticas inquietudes de éste o a cual pertenecían. En una tertulia los tres hombres discutían sobre la auténtica naturaleza del hombre (por lo visto ahorraron la cerveza los miserables). Existían dos posturas al respecto: una consistía en considerar al ser humano un ente desnaturalizado para mejor, el cual siempre tendía a ser justo y bueno pero que la sociedad en ocasiones demasiado saturada le pervierte. El segundo hombre pensaba justo lo contrario, el exilio voluntario del hombre de su entorno natural le había convertido en un ser mezquino y cruel, y que estaba condenado a la extinción (otro soplapollas). El tercer hombre, el que menos hablaba, se limitó a contar una historia:
Cuentan que el emperador Adriano en uno de los múltiples viajes que realizó en vida sobre su vasto imperio fue testigo de uno de los espectáculos más hermosos que pueda ofrecer la naturaleza.
El emperador había cruzado el mediterráneo y desembarcado en África para visitar sus provincias al norte del continente: la rica en jinetes Numidia y la un día poderosa Cartago. La nobleza local preparó un recibimiento digno y organizó una excursión para el emperador; y montados sobre elefantes recorrieron los anchos paramos de hierbas altas para contemplar aquella fauna tan distinta a la de Roma.
Al atardecer la comitiva alcanzó un pequeño lago rodeado de grandes arbustos que llegaban hasta los ojos de los elefantes; en el centro se encontraba una manda de leones. Adriano observó con interés pues una tragedia se estaba representando en el pastizal.
 Dos leones, uno viejo y el otro joven, combatían.  El león viejo luchaba movido por la desesperación, deseaba acabar con el joven de inmediato. Cada golpe errado o que el joven se limitaba a aguantar sin mostrar signos de desfallecimiento volvía loco al pobre animal. Finalmente la nueva generación humillo a la anterior, el viejo abandonó cabizbajo, cansado y herido aquello que una vez fue suyo. No tuvo valor para mirar a ninguna de las leonas y quiso adentrarse lo antes posible en la larga y agónica muerte que le esperaba.
La manada comenzó a inquietarse, el león joven registraba detenidamente las hierbas y matorrales buscando a los príncipes de su oponente, y uno a uno los fue matando conforme los encontraba. Nada pudieron hacer las leonas que en vano intentaron llamar su atención; a dos los devoró pero el resto quedaron tendidos con las lenguas fuera mirando al Sol. El león joven ebrio de victoria quiso explotar al máximo su triunfo y se colocó detrás de una de las leonas y empezó a montarla. Ella resignada se dejó hacer por el asesino de sus hijos; y éste no se limitó a copular sino que además gozo cómo un cabrón profiriendo alaridos y mordiendo suavemente la nuca de ella.
Los asistentes del séquito se escandalizaron ante la escena pero Adriano se limitó a decir: “igual que nosotros”.
Esa es la verdad; nos pensamos que la naturaleza es presumida y afable por su follaje pero esa misma vegetación esconde una realidad cruel e igual de salvaje que las presuntas civilizaciones de los hombres. No somos peores ni mejores a las otras especies; somos capaces de quemar el mundo entero, verter sal sobre la tierra calcinada y luego crear de la nada. Esa es mi naturaleza.
El tercer hombre no fue invitado a más tertulias.
Pepe Aledo Diz.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Suena una de jazz en mi mente.


Suena una de jazz en mi mente. Miro alrededor y no hay nada con lo que me pueda entretener. Sin embargo, siento que puedo conseguir cualquier cosa que me proponga con un micrófono. A través de la melodía deseo hacer vibrar a la gente; sus pelos tienen que ponerse de punta al escuchar todas las críticas, necesidades y peticiones que quiero entonar con mi voz. No tiemblan los cristales, pero me conformo con que mi súplica llegue más allá de las cuatro paredes que me encierran.
Empiezo a moverme al compás de un ritmo que existe exclusivamente en mi cabeza. El suelo resbala y mis pies descalzos son deslizados rozando la gracia de una pluma. Bajo la luminosidad de la lámpara y me sumo en el mundo de la imaginación.
Cierro los ojos y éstos se llenan de chiribitas que me hacen tocar el cielo con las manos, o mejor dicho, el entablado de un escenario. Tirada en el suelo poco a poco me voy levantado con mi vestido negro satén, mis puntas de ballet y mi melena dorada en un discreto recogido.
Canto y baile. Expresión y reflejo de emociones. Una y otra vez la lucha por superarse a uno mismo. Una nota detrás de otra, un demi plié y para terminar un decrescendo de voz hasta acabar en un silencio casi absoluto.
Despierto de mi ilusión cuando oigo la puerta abrirse. Mierda, no puedo tener ni un minuto para mi mundo. Me mandan hacer un recado. De todas maneras, me voy de allí con paz interior y con la misma canción de jazz en mi mente.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Rutina

Comienza un día más de mi asidua rutina. Cuando me despierto, ya no está a mi lado. El periódico tiene más interés que yo.
Bajo las escaleras y lo veo embobado y absorto bajo los efectos de la caja tonta y con el periódico en el suelo. Te jodes, prensa, te ha dejado por otra.
Los buenos días... ¿Para qué decir tres vocablos que sé que no son verdad?.
Al llamarle para desayunar su expresión cambia y devora la comida como un cerdo revolcándose en el lodo. Que asco.
Estoy harta de tu pasotismo con respecto a la limpieza. Ni siquiera nota que hace una semana que no toco su ropa sucia. En el momento en el que el armario quede vacío, suplicará. Si es que no me he ido antes.
Me provoca risa imaginarlo sin mí. Pobre. No es nadie. En ese caso, que le limpie su madre, que yo ya me estoy hartando.
Podría convertirme en una nueva Madame Bovary y buscar a un hombre que me haga sentir importante, pero ya sé yo como acaba todas esas historias. Que rabia. Si un hombre se tira a varias es un máquina.
Es sábado. Él en casa y yo me largo con mi plan perfecto: Starbucks, Cosmopolitan y mañana de compras.
A lo mejor con un vestido nuevo contemplo de otra forma a mi marido. Definitivamente, debería haber tenido un perro.
El móvil suena en mi bolso y... !Eureka! Es mi perro-marido, con doble sentido. Una de dos: o me pide que le lave la ropa o que le friegue los platos.
-Ajá... sí, mmm..., no puedo, estoy lejos, adiós.
Lo sabía; no tiene ropa. Que le den. No sabes valorar la joya que tienes en casa.

-MCS-

domingo, 17 de julio de 2011

RARO

La resaca de las fiestas pasan factura. Vas a los sitios que solías ir antes y solo hay niños aparentando ser mayores. Me pregunto si yo era asi.
Los chupitos de tequila no me sientan bien, sobre todo si llevo 7 más aparte dos cubatas. En fin son las fiestas, hay que beber.
Ves a la gente con la que te solías relacionar, pero por diferentes motivos estais en grupos distintos y sólo os saludáis cordialmente, preguntandote el por qué de la separación.
Ver a gente nueva, que al principio parecen interesantes, pero conforme vas bebiendo te parecen hasta cómicos.
Sudas de tanto bailar, canciones que ni te suenan al principio, pero que al tercer día ya te las conoces, y parece ridículo tu forma de bailar.
Andar de una barraca a otra, ya que en la que estás hay mucha gente, y prefieres ir a un sitio más tranquilo, donde poder seguir bebiendo, pero al mismo tiempo hablar con los amigos.
Vuelves al mismo sitio, pero por el camino la gente se va quedando hablando con otras personas y te preguntas cuándo te retirarás.
Llegas por fin al sitio de salida y ves que hay menos gente, y te quedas a tomarte la última (o la penúltima). Ves a la gente de antes y vuelves a bailar.
Te levantas por la tarde, ya que llegas a tu casa a las 8 y media de la mañana y el cuerpo te pide descansar aunque lo que quieres es el último cigarro antes de irte a dormir.
Antes de salir ves una red social, para ver si algun amigo ha puesto algo, pero abres la ventana y hay muchas notificaciones, prefieres cerrar.
Deseas que llegue el último día, porque cuatro días de fiesta pasan factura y ya no estamos hechos unos chavales.

Porque en el fondo soy casero y no me gusta mucho salir. Me encanta mi soledad, mis libros, mi música, mi guitarra, mi piano. Te das cuenta que por contentar a la gente estás perdiendo de lo tuyo. Te dicen de todo por no tener pareja y te ries de ellos porque sabes que no necesitas pareja para estar feliz. Mi habitación es mi santuario, nadie entra sin mi permiso y yo nunca quiero salir de allí. El deporte es mi ansiolítico favorito, me da igual del tipo que sea, ya sea yo mejor o peor. Mente sana en un cuerpo sano. Ese es mi lema.

Hace tiempo alguien me preguntó que cómo era mi carácter, mi vida, mis aficiones, en una palabra, cómo era yo. Simplemente dije: Soy raro, un poco asocial, aunque amable con las personas, soy músico, soy deportista, soy lo que quieras que sea. Pero si de verdad quieres conocerme te diré lo que amo. Amo despertarme por la mañana y tener algo que hacer, odio no tener que hacer nada. Amo el mar y la montaña, pero odio los sitios cerrados. Amo a los libros y odio la ignoracia. Y sobre todo amo la frase "vive y deja vivir". Ahora ya me conoces, soy simple y a la vez muy lioso. Por eso me encanta ser yo, ser raro.

Francisco Faura Sánchez

sábado, 9 de julio de 2011

Despedida

Cada vez me cuesta más escribir. ¿Por qué? ¿Qué me está pasando? Hace tiempo que no disfruto del placer de la lectura, de no dormir una noche entera porque un libro me tiene atrapada entre sus páginas y ni Morfeo consigue sacarme de ellas. Ahora ocupo mi mente con otros asuntos, más nimios seguramente, más insustanciales, más cotidianos. Me da miedo perder la sensación de leer la última palabra de una historia nueva, y quedarme con las ganas de volver a repetir por si me he dejado algún cabo suelto en la trama. No, eso no me sucederá a mí, esta vida que llevo no me va a quitar mi esencia, aunque deje de ser filóloga jamás dejaré de ser amiga de la palabra.


Con mi primer texto me despido de vosotros, compañeros, 
pues como algunos sabéis dejo GELYLEA. 
Gracias por haber compartido este año conmigo y 
haberme mostrado lo que es la verdadera pasión por la Lengua y la Literatura. 
Seguiré pasando por aquí aunque no me encontraréis entre los pupitres en septiembre.
Un abrazo,
Marien Álvarez

lunes, 4 de julio de 2011

Beatrice

Mientras todos se dedicaban a soñar
con inalcanzables donnas angelicatas
yo evadirlas intentaba
y cazaba vampiras efímeras de negras alas

Armado del valor para atacar
ante mí apareció la femme fatale
que con la luna llena a sus espaldas
me invitaba a ir con ella

La seguí intrigado, mi labor había olvidado
y mi alma se perdía en la espesura de su pelo
que se confundía con la noche
que sonaba como el graznido del cuervo

Y ese sonido sombrío es lo último que recuerdo
desperté del letal y embriagador sueño
para descubrir que ella me había abandonado
así que recuperada la cordura volví al sendero olvidado

                                                                                                  David García Dávila